viernes, 17 de junio de 2016

La Casa de la Noche: Abrasada (Reseña)

"(...) incluso destrozado, todo es posible, si crees."



La Casa de la Noche: Abrasada, de P.C. Cast y Kristin Cast...

Este libro es el séptimo de la serie, y me costó un montón conseguirlo. Por alguna razón, aquí donde vivo, estaban todos los anteriores y los siguientes que habían salido, pero no éste. Creo que demoraron más de dos meses en traerlo desde Buenos Aires. En fin, desde que lo tuve en el librero no pude ponerme con el por un tiempo, pero ahora, he retomado la serie.

No tengo reseñados los libros anteriores, y no creo que lo haga porque ya no recuerdo como va la historia libro a libro; he comprimido los seis primeros en uno solo. 

Básicamente, Zoey, la protagonista, es marcada y desde entonces vive en La Casa de la Noche, una especie de escuela para vampiros. Allí hace algunos amigos, y enemigos también. Hay romance, hay tensión, drama y por supuesto mucha sobrenaturalidad

Todos los libros abarcan un periodo de algunos días, como mucho una semana. La lectura en general es muy rápida, las historias son llevaderas y atrapantes. Además, como transcurre en pocos días, ningún libro concluye con el conflicto. Las cosas se resuelven parcialmente, y el conflicto central es siempre el mismo.

En Abrasada, el alma de Zoey se encuentra rota, su espíritu esta en el Otro Mundo, mientras que su cuerpo sobrevive, aún, en la tierra. Todos intentan rescatar a Zoey, deben conseguir que la alta sacerdotisa regrese a su cuerpo antes de que sea demasiado tarde. 

Este libro esta dividido (a diferencia de los primeros), ya que se narra desde varias perspectivas. La única parte en primera persona es la de Zoey, las otras solo están objetivas en un personaje y lo que le rodea. 

Me parece muy interesante que las autoras dieran importancia de esta forma a todos los personajes, ya que son bastantes y los han manipulado de una manera eficiente. Además esto posibilitaba una narración fluida, cuando los personajes se encontraban en tres espacios "físicos" diferentes.

Creo que de todos los de la serie éste es, hasta el momento, el de mejor narración. Hay una notable evolución en la prosa de las autoras.

Es una serie que ha recibido muchas críticas, por la narración, la trama y demás. Pues a mi me ha encantado, me parece atrapante, y creo que solo hay que darle una oportunidad. La historia y el mundo creado son realmente buenos. Es un mundo complejo. 

Algunas críticas también van ligadas al hecho de que, en base, son 12 libros. Sumando a eso, como 5 historias extra... Sé que es algo largo, pero son tan atrapantes, que no los sientes como tantos libros, lo prometo...

Yo recomiendo esta serie absolutamente, sobre todo para adolescentes entre los 14-15 y los 18 años. 

¡Feliz encuentro, futuros iniciados! 


viernes, 10 de junio de 2016

El Everest (original)

El Everest


“Hay senderos a los que nuestros propios miedos vuelven intransitables. La inseguridad y la angustia pueden llenar de abismos hasta los actos más sencillos. Cada uno tiene su propio Everest.” (Los Padecientes – Gabriel Rolón)

Cada vez que leo una frase de este tipo, permanece dando vueltas en mi cabeza por más tiempo del que me gustaría. La hago mía y la utilizo en cada conversación que puedo. Todas las circunstancias a mí alrededor se convierten en un motivo para desarrollar aún más lo que pienso sobre dicha frase. Este trabajo me dio eso, la posibilidad de dejar por escrito todo lo que esas líneas han despertado en mí, y entonces dejarla descansar en mis pensamientos, para que estos puedan obsesionarse con una nueva frase.

“Hay senderos a los que nuestros propios miedos vuelven intransitables.”

A los 6 años, cuando aún era muy pequeña, descubrí cual era el amor de mi vida. El teatro. No se si seremos el uno para el otro, pero para mí lo es prácticamente todo.
No encuentro nada mejor que poder subirme a un escenario, hacer lo que amo – y lo que creo que mejor se hacer – y que eso provoque algo en los demás. No tengo ningún tipo de miedo que me impida pararme delante de una, cien o mil personas y entregarlo todo… Siempre y cuando esa que esté ahí arriba no sea yo.
Cuando estoy actuando, me meto en la piel de mi personaje y me transformo. Ya no soy MisteriosaAlguien. Y en cada una de esas pieles, descubro cosas, encuentro características que me gustaría tener, y me las quedo.
Gracias a ir cosiendo sobre mi piel un pedacito de cada uno de mis personajes, voy haciendo pasitos, pequeños o grandes, por mí sendero.  Puedo quedarme con lo que necesite de cada una de sus historias, y utilizarlos para escribir la mía.
Entonces, solamente cuando puedo evocar a algún personaje soy capaz de enfrentarme a muchas circunstancias, donde hay otra gente, que no es un público. Lo hago prácticamente sin darme cuenta, es automático, no lo controlo. Me aferro a los personajes, para que los miedos de MisteriosaAlguien ya no existan, y una vez que supero ese pedacito del camino, vuelvo a ser yo. Aunque una yo diferente, porque cada paso te va cambiando.
Y cuando menos me doy cuenta, llego a un punto en el que no se cual soy yo, cual es mi personaje, y cual fui. No se si quiero ser quien soy ahora, como era, o como alguno de ellos…

“La inseguridad y la angustia pueden llenar de abismos hasta los actos más sencillos.”

Jamás dudo antes de actuar, tomo decisiones y hago lo que tengo que hacer. O dejo de hacer lo que he decidido dejar de hacer. Cuando me apoyo en ese “súper-personaje” creado de pedacitos de piel de otros para tomar una decisión, no hay nada que se cruce en mi camino y me haga desistir. Pero, a partir del momento en el que no hay vuelta atrás, cuando vuelvo en mi, comienzo a dudar.
Los planteos autodestructivos no pierden tiempo para atropellarse, arremolinarse y confundirme. Dudo de cada una de las cosas que dije, hice, y hasta pensé. Lo analizo todo, segundo a segundo y encuentro errores. No paro de descubrir cosas que hice mal, o que podría haber hecho mejor.  Ya no hay personaje, soy yo.
Yo que me siento en medio de una avalancha, todas mis responsabilidades cayendo sobre mi; porque siento que eso que hice mal, me va a marcar para siempre. Es sentir, una y otra vez, que todo mi mundo se desmorona de la forma más lenta y dolorosa.
Cada pequeño desafío que hay en mi vida sigue el mismo proceso: soy yo y todas mis pieles encarando mí destino; me desprendo de ese tapado, y estoy sola para soportar la incertidumbre de esos potenciales fracasos o victorias; y encontrarme cara a cara con mis fracasos, o escuchar los aplausos de los que me observan y me juzgan cuando hago algo bien.

“Cada uno tiene su propio Everest.”

Y puede que no sea uno, sino varios…
Y mis Everests, pueden ser un sendero llano para otros. De la misma manera que a mi me resulta natural subirme a un escenario e interpretar un personaje, el Everest de otra persona puede ser hablar, incluso, frente a sus mejores amigos.
Cada situación que enfrento, es como subir a la montaña más alta del mundo. Primero hay que enfrentarse a ella, aceptarla y prepararse para lo que sea. Escalarla no es fácil, y mucho menos es algo rápido. Y la bajada tampoco es sencilla. Porque, aunque hayas llegado a la cima, hay mucho camino de vuelta a la base, y nunca sabes que puede pasar en ese trayecto.
Solo sabes que has logrado escalar tu Everest, cuando estás de vuelta en casa.
Yo con mis personajes enfrento todos los Everests que se me presentan, me armo de valor y escalo. Cuando estoy en la cima, dejo de lado ese tapado de pieles que me ayudar a subir y miro hacia abajo. Al hacer eso cometo el mayor error, siento vértigo, comienzo a dudar y a temer, porque todavía tengo que bajar de allí. Pero ya es muy tarde, porque el viento se ha llevado mis pieles y tengo que bajar yo sola. La bajada es atropellada y confusa, sufro más este camino que el de subida. Y de repente… Me encuentro en la realidad, he llegado a la base. A veces estoy herida, me cuesta respirar y no se si podré levantarme para volver a casa. Pero otras, el aire de la montaña me ha hecho tan bien, que tengo ganas de escalar de nuevo.


Lo primero que pensé cuando decidí hablar del Everest como una meta a alcanzar, fue que la mía era “poder vivir del teatro”, que es lo que en realidad me hace feliz. Pero, me di cuenta que ese no era mi mayor Everest. Porque a mi el teatro no me cuesta, nunca lo sufro.
Mi Everest está en la realidad, en el presente, en mi dificultad para entender que esos personajes que utilizo para subir son parte de mí, también son MisteriosaAlguien, porque hace mucho tiempo que viven conmigo. Hoy me doy cuenta, que si no intentara desligarme de ellos, todo sería más fácil; el tratar de dejarlos de lado es lo que me confunde, lo que me hace dudar.
No puedo decir que vaya a resolver todos mis problemas llegando a esta conclusión, pero si puede que gracias a ello haya llegado a una nueva base. Es probable que ahora, en casa, me dedique a terminar de coser mis pieles.

--------------------------------------------------------------------
Este es un escrito que hice para mi carrera, y nada, como todo lo que hago decidí publicarlo. Estoy muy interesada en conocer el Everest o los Everests de otras personas. Si alguien lee esto y quiere comentarme, me haría muy feliz...