Carta a una mueca
Para vos, que estás en algún lado (espero que
sonriendo)…
No se como comenzar a explicarte lo que quiero
decirte, es más, no sé si alguna vez me anime a que leas esto, lo mas probable
es que no…
Vamos a hacerlo de la forma mas fácil que se
me ocurre, la misma que utilizo para contarle esta historia a todas las
personas merecedoras de mi confianza.
¿Alguna vez te pasó no tener plena conciencia
de algo hasta que alguien lo nombra? Bueno es así. Así como cuando alguien te
dice que quiere determinada raza de perro, te muestra una foto y de repente todos los perros que cruzas en la calle son
de esa raza.
Así fue, así de fácil. Solo hizo falta ese
día, ese momento, esa hora. Y podría decirte exactamente que día, en que
momento y a que hora, pero prefiero no hacerlo. Lo importante no es eso.
Lo importante es que bastó con que alguien
dijera tu nombre en voz alta para que se quedara clavado en mi mente, para que
rodara en mis pensamientos y resonara cada pocos segundos. Fue suficiente
voltearme, buscarte con la mirada y encontrarme con ese pequeño detalle.
Y el detalle era la vergüenza, porque se nota
a kilómetros de distancia que no te gusta la atención; pero lo mejor de todo es
tu mecanismo de defensa ante la vergüenza. Esa pequeña, casi imperceptible:
sonrisa. Prácticamente como droga.
Exacto, solo hizo falta esa secuencia de
segundos para que me obsesionara eternamente con tu sonrisa. Porque no eran
otras, era esa, la tuya.
Me gustaba pensar que progresivamente, como
con los perritos, comencé a encontrarte en todos lados. Pero no, ahora sé que
era yo. Yo que, como buena obsesiva que soy, dediqué mucho tiempo a buscarte en
silencio. Jugaba a encontrarte y que no te des cuenta, a robarte las sonrisas
que le regalabas a los demás y creerme que eran mías.
No había nada más divertido que esperar a que
aparezcas en alguna esquina y sonrías. Nada mejor que encontrarte de golpe,
cuando no te buscaba, y que te estés riendo.
Me he cansado de intentar describir la forma de tu sonrisa, así que
voy a comparar la experiencia con una montaña rusa. Todas esas vueltas, en un
solo gesto.
Después todo se me fue de las manos. Le conté
a un par de personas y se fue un poco la magia de encontrarte. Te diste cuenta de que te robaba las sonrisas y le contaste a demasiada gente, no te culpo. Pero,
esa gente comenzó a mirarme raro. Así que al final intenté evitar buscarte.
Fracasé. Pero el destino, muy sabio, me obligo a no cruzarte de nuevo.
Y desde entonces solo pienso que debería haberte
dicho esto.
Si, en realidad eso era lo importante de está
historia. Que sepas que tu sonrisa es preciosa, aunque tengo la sensación de
que no te gusta. Es más, seguramente mientras leas esto te de vergüenza, y te
sonrías; y yo espero que alguien te esté robando esa sonrisa, que debería ser mía.
Espero encontrarme más personas como vos, que
con sus sonrisas ocultas sean capaces de iluminar los días más oscuros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario