No estoy muy segura si estará bien, pero bueno, por lo menos he escrito algo. Sería genial tener una profesora Piper para que leyera las cosas que escribo...
Y ahí estábamos. Había esperado tanto tiempo por este momento y ahora, que había llegado, no sabía que hacer. Mire sus hombros, porque
no pude subir la mirada y luego me mire las manos. Me encontré mirándome los
pies mientras la lluvia cubría nuestros cuerpos.
Extendió su mano hacia mi
barbilla pero me corrí antes de que siquiera llegara a acercarse. Me aparte, porque sentí miedo. Medio levante la cabeza y trate de encontrar sus ojos, pero
su mirada estaba perdida a un costado y se notaba que lo había lastimado.
-Lo siento- le susurré, pero en realidad no lo sentía. Volvió
su mirada hacia mi.- No puedo controlarlo.- traté de explicarle, pero el
problema era que yo creía que si podría controlarlo, si quisiera.
-¿Y entonces?- me preguntó mirándome desde arriba pero como
si en realidad no hubiera ninguna diferencia.
-Entonces será mejor que te vayas- le solté y una lagrima
amenazó con correr por mi rostro.
-¿Eso quieres?- me preguntó y yo asentí mordiéndome el labio
inferior.
Hice fuerza con mis dientes para no llorar, si me hubiese
mirado en ese instante hubiese notado el movimiento tenso de mi mandíbula. Hubiera
notado que no le estaba siendo sincera. Me podría haber besado. Quizá no me
hubiese apartado.
-Vete- mascullé- quiero que me dejes sola.- le dije y miré hacia otro lado.
Sentí como se daba vuelta y caminaba hasta su camioneta. Se subió
y luego de unos instantes ya se había ido. Me miré las manos de nuevo y me perdí
en las gotas de agua que rodaban por mis dedos. Trate de contenerme pero no
pude y un grito algo ronco surgió desde el fondo de mi alma y salió por mi
garganta. Me vi caer y llorar con la cara muy cerca del suelo mientras golpeaba
el asfalto con las manos. Me vi sangrar; pero no me atreví a admitirme a mi
misma que me había caído, que lloraba o que sangraba.
Me levanté y caminé en silencio hasta mi casa. Porque el
silencio otorga me di cuenta que había vivido en una fantasía toda mi vida. Me había
creído que cuando llegara el indicado todo cambiaría, que mi cuerpo lo aceptaría
y que yo podría soportarlo. Pero no podía, me dolía incluso, que intentara
tocarme. No estaba hecha para el contacto con los otros, el problema no eran
los demás. El problema era yo.
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